domingo, 18 de octubre de 2015
Lectura del Comunicado ante las Consecuencias de la guerra en SIRIA del Partido SAIn en Alcalá de Henares
COMUNICADO ANTE LAS CONSECUENCIAS
DE LA GUERRA EN SIRIA
Cálculos conservadores cifran en más de 200.000 personas los muertos en estos cuatro años de guerra en Siria. Muchos de ellos niños. La guerra ha provocado más de 4 millones de refugiados que han sido acogidos fundamentalmente en países como Líbano, Turquía, Jordania, Irak y Egipto. Todos estos refugiados no han huido. Han sido expulsados de sus casas y ciudades.
Esa guerra se ha hecho con armas europeas. Las empresas de armamento han hecho negocio con esta guerra con el permiso de la Unión Europea. Pocas voces se alzaron contra esa canallada. No hubo gritos de “No a la guerra” entre la falsa izquierda. Pero ahora, cuando los refugiados llegan a Europa es cuando la opinión pública reacciona.
La llegada de refugiados a las fronteras europeas ha sido afrontada desde dos perspectivas por parte de los gobiernos europeos: por un lado la alegría representada en Alemania, que ve posibilidades de mantener su crecimiento económico a base de la explotación de trabajadores jóvenes, muchos de ellos cualificados, y la oportunidad de compensar su envejecimiento demográfico. Por otro lado la represión y el rechazo con los que Hungría ha tratado a los refugiados. Dos caras de la misma moneda.
Y como sucede cuando la opinión pública europea pone un drama en primera página de sus periódicos y telediarios, otros dramas son aún más silenciados. Como el de los expulsados de sus países por el expolio de sus recursos naturales, por la explotación de sus pueblos, por otras guerras, por el hambre. Para ellos, los que se encuentran en la frontera sur de España, no habrá cuotas de acogida.
La postura del gobierno español ante la acogida de refugiados ha oscilado del “yo ya hago bastante” al “si no hay más remedio…” El gobierno se escudaba en que hace bastante para contener la presión migratoria en el norte de África y se ha puesto a si mismo de ejemplo. La realidad es que la política del gobierno español en la frontera sur ha ido destinada a desviar la corriente migratoria hacia otros países del norte de África, haciendo más fácil la muerte en el mar. La patada de la tristemente famosa reportera húngara la lleva dando el gobierno español a
los emigrantes africanos desde hace años. No ha arreglado ningún problema. Lo ha trasladado
de lugar y lo ha empeorado.
60 millones de personas llegaron a España en 2014. Y fueron acogidas. Porque eran
turistas y traían dinero para gastar. Nuestro país es capaz de acoger a millones de personas.
Pero decide acoger a los que vienen con dinero y poner trabas, vallas, alambradas a los que no lo
tienen.
Ante la emigración forzada, partes de la sociedad han reaccionado con solidaridad y entrega desinteresada ante las necesidades de los emigrantes. Pero esas necesidades son inmensas. Es imprescindible trabajar por la acogida del emigrante. Pero no es suficiente. Es imprescindible no llenar de vallas, alambradas y muros burocráticos el tránsito de personas que buscan una vida digna. Es imprescindible un trabajo decidido para terminar con el expolio de países empobrecidos que obliga a emigrar a millones de personas, rompiendo familias y condenándolas a un futuro de explotación. Por hacer efectivo el derecho a no tener que emigrar.
Y esa es una tarea política, tan humanitaria, al menos, como la acogida del refugiado.
El gobierno español y la Unión Europea deben emprender una movilización diplomática firme y decidida para poner fin a las guerras. En Siria y en tantos otros países. Y terminar con el negocio de la muerte y la complicidad que supone la venta de armas.
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