por Daniel B.
Una Unión Europea que durante años fomentó la inmigración ilegal,
para obtener mano de obra barata, negándose a establecer cauces de inmigración
legal que habrían en realidad beneficiado a todos, se asusta ahora ante el
problema creado por ella misma y decide que hay que resolverlo proponiendo un
endurecimiento de controles fronterizos que se materializa, entre otras
medidas, en una persecución de los que “ayudan a los
inmigrantes ilegales” y elabora discursos “razonables” que justifican
actuaciones crueles, rayanas en el crimen, que van contra los más desposeídos
cuando procuran reordenar sus vidas en la misma Europa que se carga de
proteccionismos contra sus economías.Visible
Más informaciónSin embargo, la mentira se descubre a sí misma y cada vez son más los que se dan cuenta de que este incremento represivo y persecutorio lleva, en definitiva a un incremento de los problemas, por ejemplo: en lugar de reducir el riesgo de que se produzcan tragedias como el desastre de Lampedusa, lo incrementará. La única alternativa es que la UE reforme sus políticas de asilo y de inmigración en una línea de humanidad y solidaridad.
Claro, que la hipocresía de nuestros políticos, que es reflejo de la nuestra propia, se camufla de bondad y dice estar contra el tráfico humano y para materializar esa repulsa legisla en determinada forma cuya consecuencia es obligar a los inmigrantes a emprender peligrosas rutas que, en definitiva, incrementan los tráficos humanos instrumentados por traficantes canallescos que se lucran haciendo posible que crucen la frontera.
No se debe olvidar que los causantes e impulsores de estos flujos son dos:
Por un lado la continua demanda de mano de obra barata en la agricultura, en el sector de los servicios y en otros servicios informales por empresarios bastante “listos” y no menos desaprensivos que quieren ganar más a base de pagar menos y de explotar desmesuradamente a sus víctimas.
Por otro lado que muchos de los que caen en esta sobreexplotación son “inmigrantes forzados”, es decir: refugiados que huyen de conflictos violentos en sus países de origen.
Debemos, ante todo esto reiterarnos en lo que acabamos de decir: Hasta que no se desarrollen canales de inmigración legal y mientras se les siga negando a los refugiados el acceso a los procesos de asilo, probablemente la mayoría de la inmigración seguirá siendo ilegal. Resulta preocupante, y cada vez más inaceptable, que la llamada “lucha contra la inmigración ilegal” haya llevado a una neutralización del derecho de asilo, una institución democrática esencial a los fundamentos morales de nuestra sociedad, de modo que personas que huyen de conflictos violentos y de persecuciones en diversos países se ven abandonadas a su suerte.
El panorama del pretendido control de la inmigración, cada vez se complica más y más. La clausura de las costas del mar Mediterráneo es tarea casi imposible. Se ha convertido en un esfuerzo verdaderamente neurótico de los gobiernos europeos implicados, que ha llevado a una extralimitación y descontrol de los objetivos. Por más que los años noventa vieron la intensificación de los controles en el Estrecho de Gibraltar, no se logró detener la inmigración, que en la primera década de este siglo modificó sus rutas desviándolas hacia el este y el sur por tierra, de modo que se dió una expansión del área que los países de la UE que hubieron de controlar la inmigración ilegal. Area que, hoy por hoy, incluye toda la costa norteafricana y lugares de la costa de África Occidental, hacia las islas Canarias.
Otro aspecto de la lucha contra la “ilegalidad inmigratoria” es que durante dos décadas se invirtió una fortuna en los controles fronterizos y se destinó aún más dinero para la Agencia Europea para la Gestión de la Cooperación Operativa en las Fronteras Exteriores, cuyo acrónimo fue FRONTEX. Pero nada se resolvió tampoco.
Saltando de continente, lo que venimos describiendo muestra muchas similitudes con la situación en la frontera entre Estados Unidos y México. Numerosos estudios realizados por investigadores estadounidenses han demostrado que el refuerzo de los costosos controles fronterizos y la construcción de muros entre Estados Unidos y México no han detenido la inmigración, sino que los flujos migratorios se han desviado a rutas más largas y peligrosas a través del desierto, que los inmigrantes dependen más de los traficantes y que ha aumentado la cifra de víctimas.
Paralelo al proceso que describimos se da el hecho de una restricción en la inmigración de retorno (regreso del inmigrante a su país).
Europa debe tornarse honesta y sincera, es imperativo que los Gobiernos europeos asuman su responsabilidad. Deben dejar de derramar lágrimas de cocodrilo por la muerte de los inmigrantes y los refugiados en las fronteras externas Europas para luego seguir con su orden del día e inyectar más dinero en unos controles fronterizos aún más estrictos. Una línea de acción en ese cambio sería, por citar sólo un ejemplo, reformar el Reglamento de Dublín. Dicho Reglamento estipula que los refugiados sólo pueden solicitar el asilo en el primer país al que lleguen. Con la reforma de este reglamento se podría incluir la posibilidad de solicitar el asilo en otros países europeos.
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