Y entre nosotros esto cada vez es menos
así, porque la sociedad que somos se ve abandonada por una dinámica política e
institucional que se niega a ejercer su función subsidiaria corrigiendo
injusticias. El entramado institucional se puede decir que ha desaparecido,
porque se ha entregado a la permisividad
con los fuertes que se desayunan cada mañana con el sufrimiento y desamparo de
los débiles. Aquí “fuertes” ha de ser sinónimo de los grandes poderes
económicos: bancos, grandes corporaciones, empresas muy poderosas que están
llevando casi a la disolución a la sociedad sacrificándola en aras de sus
intereses que se despliegan como egoístas, insolidarios, y, al final,
opresivos. Esta democracia se ve cada día más burlada por la dictadura del
dinero y sus poseedores.
Una muestra la tenemos con lo que sucede
ahora mismo con el tema de la vivienda en España. La vivienda es un bien
necesario sin el que es imposible establecer un proyecto de vida personal y
familiar, y entre nosotros se ha tornado prácticamente inaccesible. Y aun los
que disponen de vivienda se ven en el brete de poder perderla por una
legislación injusta y antisocial que expresa los intereses de los poderes
económicos y que deja en nada el constitucionalmente declarado “derecho a la
vivienda”.
El
14 de marzo, el Tribunal de
Justicia de la Unión Europea puso en evidencia, a través de un dictamen, como
los poderes económicos se conducen parasitariamente con respecto al derecho de
los ciudadanos a tener una vivienda, en torno al que se multiplican los abusos
de los poderes financieros. Decía el dictamen, que la legislación hipotecaria
española “… contraviene el derecho de la Unión … al no permitir que el juez
que conozca del proceso declarativo, ante el que el consumidor haya presentado
una demanda alegando el carácter abusivo de una cláusula contractual ..., adopte medidas cautelares que puedan suspender o
entorpecer el procedimiento de ejecución hipotecaria ... puede menoscabar la
efectividad de la protección que pretende garantizar la Directiva".
Esta
situación, que “dicho en plata” significa que los bancos se conducen
opresivamente con los que quieren adquirir una vivienda, demuestra cómo el derecho a vivir dignamente
está siendo impedido por poderes económicos privados y abusivos; y cobra una
impresionante relevancia política, porque pone una vez más en evidencia a la
democracia española de la que se espera que corrija esta situación, pero ¿los
poderes políticos asumirán esa obligación? ¿Se limitarán a procurar que se den
algunos cambios irrelevantes para que todo siga igual?
La
indignación del pueblo que cada día más vive “a salto de mata”, se hace tan
evidente que los políticos se hallan entre la espada y la pared. La espada es
la creciente reacción social que cada vez más exigente, se atreve, impulsada
por la propia desesperación, a dirigirse directamente contra los diputados. La
pared es la actitud antisocial de bancos, grandes corporaciones, bolsa,
mercados, inversionistas poderosos que quieren mantener la situación a toda
costa, a costa de la gente de a pie, para que su cuenta de resultados se mantenga.
El
gobierno está acorralado y debe legislar para corregir el inaceptable sesgo que
la legislación vigente presenta. El gobierno Rajoy anunció que la nueva ley
tendría en cuenta “ciertas objeciones” del Tribunal de Justicia de la UE,
pero…¿cuáles?, desde luego no parece que se vaya a restaurar el interés dañado
de los ciudadanos, pues de inmediato precisó que “no se puede contemplar en
ningún caso la anulación retroactiva de los impagos”.
La
“leal oposición” mientras tanto se calla, seguramente ellos no iban a hacer
algo diferente, sino idéntico o muy parecido. La vivienda se ha tornado
problema social y político no baladí, porque en realidad está socavando el
sistema.
Daniel
Barcala Gil
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